Después de su liberación se reunió con nosotros en el campo, con su hermano y una de sus hermanas. Intentamos dialogar, hablar; seguidamente la dejamos en una pequeña comunidad con un psicólogo que se hacía cargo de jóvenes drogadictos y delincuentes salidos de la prisión. ¡Nosotros también necesitábamos un poco de paz! Se comportaba mejor, sin duda, pero, incluso por teléfono, notamos que necesitaba una terapia más fuerte porque sus tendencias suicidas empezaban a desarrollarse. Hizo un intento de suicidio con medicamentos: al día siguiente, la encontraron en estado de coma. La hicimos volver a París y la ingresamos en un hospital psiquiátrico.
El campo hubiese estado muy bien para debutantes, pero no para ella; de nada servía prolongar su estancia allí. El joven suizo, un amigo psiquiatra y un amigo médico nos aconsejaron hacerle una cura de «destete forzado», lo que equivale a una cura de sueño. Para nosotros era un verdadero caso de conciencia, habíamos conocido la Protección de Menores, habíamos pasado por la policía, la prisión; en aquel momento había que cuidarla, aunque fuese a la fuerza. Su padre y su hermano fueron a buscarla. No quisieron que les acompañase y la condujeron directamente a Garches. ¡Qué alegría la de esta niña ante la idea de volver a casa, imaginando que, todo empezaría de nuevo, que haría lo que quisiera, con quien quisiera! ¡ Fantástico! Era fantástico estar con su padre y su hermano en el coche. Pero cuando John pasó el camino que conducía a casa y continuó hacia delante, dijo:
—¿Dónde vamos?
—Junto con todos los que han intentado ayudarte, hemos decidido que vayas a descansar durante una temporada.
—Sois despreciables. Si me haces esa mala pasada, todo habrá acabado, no volveré a dirigirte la palabra en toda mi vida. Se ha acabado.
No eran más que palabras, pero que dolieron porque John tuvo que actuar, realizar un acto que habíamos combinado a sus espaldas y que jamás hubiese aceptado. Pero creo que teníamos derecho a ello. Para nosotros había, por un lado, la droga de nuevo, la huida, el suicidio; por el otro, la cura de sueño.
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