El problema sigue siendo el regreso. A mi modo de ver, será difícil. Recuerdo un día en que me acompañó a la estación de Lyon; yo me iba de vacaciones. Vimos, delante de un coche de policía, a un joven con las manos esposadas.
—Mira, mamá, cuando me llevaron a J. también yo iba así. Hice todo el viaje esposado. ¡Es espantoso!
¡ Si eso le hubiese impedido volver a empezar! Pero nada. Tienen la tentación en cada esquina, en el metro, en los bares. ¡Es terrible!
Francis está fichado, pero me parece que no figurará en su ficha judicial. Ha sido eximido del servicio militar; había sido llamado el día en que entraba en La Boére; Lucien se ocupó de ello y acabo de recibir la confirmación. En caso de guerra, formará parte de la reserva.
Estoy segura de que, si volviese en estos momentos, volvería a empezar. Se fugó de La Boére, según él, por Chantal. ¡ Qué día pasé! Gracias a Dios, decidió volver. Pero al día siguiente no fui a trabajar, no quise dejarle hasta saberlo en el avión. Tuve realmente miedo, porque hubiese echado a perder los dos meses ya pasados allí.
¿Qué hubiese hecho yo si se hubiese quedado? No lo sé. ¿Cerrarle mi puerta? ¿Dejarle sin dinero? No he vuelto a pensar en ello, puesto que se marchó de nuevo. Estaba demasiado aliviada, feliz, para hacerme preguntas.
Hubiese vuelto a empezar y yo hubiera tenido esa espada de Damocles sobre mi cabeza.
En estos momentos me parece que ha tomado conciencia de sus responsabilidades, que se preocupa por su futuro. Espero que termine la pesadilla y se reintegre a la sociedad.
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