En el hospital sabían que Serge se drogaba. Había ido a ver al doctor antes de que alquilasen el estudio, porque la úlcera de Serge me preocupaba y, además, como no tenían mucho dinero, ¿cómo iban a comer? El doctor me había dicho: «Claire es una chica formidable, hay que dejarla a su lado». Ahora lo pienso, pero en aquella época no podía imaginar que se tratase de una cosa así. Es cierto, los veía felices, eso es todo, y yo pensaba en la úlcera. Pero el médico no me dejó vislumbrar que se drogase.
Hubo un robo de estupefacientes en el hospital. Serge fue acusado. Él sabía quién era el ladrón, pero nada dijo. Le dejaron en libertad después de una noche en la comisaría. En este caso, que podía haber tenido consecuencias graves para él, nada. En cambio, por una tableta de chocolate...
Asimismo fue Claire quien hizo todo lo posible para que se sometiese a una cura de ocho días, y pude comprobar lo maravillosa que era: cada mañana salía temprano de su casa, pasaba a verme, compraba croissants calientes y se infiltraba en el hospital. Las enfermeras la reñían, pero ella se dejaba tratar de todo con tal de llevar croissants calientes para el desayuno de su «zamour». Yo, su madre, jamás hubiese pensado, ni podido hacer una cosa así. Tuvo otra idea formidable. En la M.G.E.N. no se puede entrar, ni de visita, hasta el día de salida. Nosotros respetamos esta regja. Pero ella no. Consiguió permiso para llevarle el periódico cada mañana y recogerlo por la tarde. En este periódico, se escribían los dos subrayando ciertas palabras para hacer frases.
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