Para mí, la droga es una enfermedad mental que más vale no contraer. No lo digo mucho por ahí, pero rara vez he encontrado tanta solidaridad como entre los drogadictos. Hay un calor humano entre ellos que no siempre se encuentra habitualmente entre las personas. Cada mañana yo me tomo una taza de café y no podría pasar sin ella. ¿Por qué marginar a alguien que ha adoptado un hábito y no puede pasarse sin él? He tomado conciencia: no quiero que se diga que es una desgracia, que es un crimen y que lo mejor es dejar que se droguen. Cualquiera puede verse afectado de cerca, en cualquier momento. No veo quién podría arrojar la primera piedra.
La madre de Claire me asombró en cierta ocasión; me preguntó, para poder ir a una boda, si su hija podría dormir en mi casa. ¡No quería dejarla sola! Y Serge no estaba aquí...
—Pues claro; por otra parte, ha estado durmiendo aquí hace dos días. Claire está aquí como en su casa.
Pedía este favor y no quería saber nada de mi hijo. O se es, o no se es.
De hecho, como ya he dicho, no es mi historia; puedo contarla, pero no la he vivido como Claire. No es para subestimarme, no es para robar nada a Claire. Conocía sus ideas, sabía que quería salvar al que amaba; y él le juró solemnemente que se curaría. Por ello cuento la historia de Claire.
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