Encontré a unas personas poco comunes, muy "distintas». Había vivido con ellas y volvimos juntas.
—Nathalie, he estado escuchando al Patriarca. Sé que tú estás en contra, que no te han hablado muy bien de él y yo tenía anteriormente ideas parecidas a las tuyas al respecto. Pero he cambiado mucho de .parecer. ¿Y si fuésemos? Sólo para ver... No pienso llevarte a la fuerza, ni encerrarte allí. Pero es algo que vale la pena ser visto.
—¡ Buf ! No es que me apetezca mucho.
Pero aceptó.
Hablé con su padre, quien estuvo de acuerdo, siempre lo está cuando se trata de que su hija esté lejos de mí. Un día propuse alquilar un estudio contiguo a mi piso para Nathalie; negativa. Motivo: el cordón umbilical no estaba todavía cortado.
—Ya que tendrás a los niños durante la primera semana de vacaciones, yo la llevaré.
Me sentí algo decepcionada, me hubiese gustado enseñarle ese lugar que había descubierto, pero reaccioné: si representaba una ocasión para ellos de vivir algo excepcional juntos...
Lucien no podía recibirla hasta el miércoles. Ro-land aprovechó la ocasión; por una parte, le molestaba hacer el trayecto; por otra, se quería marchar quince días y confiarme a Nathalie durante ese período.
Fuimos a Normandía con todos los niños y el martes por la noche Henri se llevó a Nathalie a París. No habíamos podido reunimos con X., con quien ella debía tomar el tren. Me quedé con las dos pequeñas y los dos hijos de Henri.
Llamada de Roland:
—¿Qué ocurre? ¿Por qué no ha telefoneado Nathalie? Que lo haga inmediatamente, es urgente.
—Díselo tú mismo; mañana estará en mi casa, en París.
—Lo siento, pero me marcho muy temprano en barco.
—Roland, ¿es importante o no?
Se marchó sin dejarme una dirección donde ponerme en contacto con él. Siempre deja su piso cerrado, no confía la llave a nadie, ni siquiera a su hija que, legalmente, estaría en su casa. Así pues, Nathalie estaba en mi casa.
Cogió las vacaciones cuando su hija acababa de fugarse por espacio de un mes; estaba grogui, y, si aceptaba nuestra decisión de ingresarla en La Boére, era necesario ayudarla.
Pero la marcha se retrasó.
—Mamá, he estado con Lucien, no me puedo marchar hasta el jueves.
—¿Y si te acompañase? —Si quieres...
—Muy bien. Ven aquí para no quedarte sola en París.
Nathalie llama un poco más tarde: —Michel ha vuelto de Lyon, ha conseguido «caballo» 1 y me lo ha ofrecido. Henri contestó:
—Coge el tren inmediatamente, estaremos en la estación esperándote. —Prefiero quedarme.
—Cogerás el tren, estaré en la estación y si no apareces iré a buscarte a París personalmente.
Fue. Ninguna alegría en su rostro. Cuando su padre llegó para llevarse a sus hermanas de vacaciones, hizo una escena: ¡estábamos juntas!
—¡ Nos ha vuelto a tomar el pelo! Te arrepentirás. Una vez más, lo va a echar todo a perder. Tendrías que saber que los drogadictos no tienen voluntad, que son ambivalentes.
—No vas a reprocharle precisamente lo que es su problema. Ha estado con Lucien, irá, no digas de antemano que todo está perdido.
Quería llevarla, llevarla él, sólo para fastidiarme.
—Me niego, volveremos como estaba previsto, y el miércoles partiremos hacia Toulouse.
—No puedes ir sin mí, necesitas mi firma.
—Nadie te impide acompañarnos.
—De acuerdo, nos encontraremos el jueves por la mañana allí.
Jueves, a las diez: «¿Me oyes?, no voy, estoy muy lejos y es muy complicado con los transbordos de trenes».
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