Según propuesta de Mireille, la psicóloga, sugerimos a Nathalie que se quedase, para ver, ocho días en La Boére, dónde había caballos, que ella adora.
—Sí, sí, de acuerdo.
Al día siguiente, la llamé por teléfono. Estaba encantada, había dormido bien, estuvo muy amable conmigo.
Desde entonces, estoy casi sin noticias. Lucien me ha dicho que ha encontrado una carta en la que escribía que, a pesar de los amigos, de los caballos, del ambiente, sólo tenía una idea en la cabeza: escaparse para empezar de nuevo.
Me parece lógico.
Si sale bien de todo esto, será porque la habrán desintoxicado física y mentalmente y porque habrá escogido después de haber conocido. Pero no veo cómo podrá triunfar definitivamente mientras no se arreglen sus relaciones con su padre. El hecho de que sea un objeto de guerra entre nosotros me parece un problema. Su búsqueda de la droga, su respuesta.
Además, nuestra ambivalencia de padres era grande como una casa: decíamos «ve al colegio», pero también «el colegio es una porquería». Nuestra generación está entre dos vertientes, está la educación recibida y la esperanza que llevamos dentro, pero no es tructuramos para nuestros hijos para formarles una columna vertebral... Damos libertad, pero no sabemos hasta dónde debemos llegar. De hecho, los padres están desorientados y, como consecuencia, también lo están los hijos. Y si, además, la pareja no va bien...
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